martes, 5 de noviembre de 2019

Editorial 1: Ancianidad, Tercera Edad

Editorial 1:

Ancianidad, tercera edad, adulto mayor.


Imagen tomada del sitio Pxhere.com


Creo que si hay tres denominaciones-etiquetas verdaderamente siniestras respecto de la franja etaria, son estas... solamente equiparables a las expresiones imbéciles del tipo "edad del pavo" o "rebeldía adolescente"; me explico:
Edad del pavo, se le llama a los efectos que resultan del esfuerzo de un pibe por tratar de adaptarse al mundo adulto, frío y calculador, sin perder la fantasía, la ilusión, y la imaginación propios de la infancia. Efectos psíquicos que se refuerzan con las dificultades del niño para tratar de gobernar sobre su nuevo cuerpo en constante ebullición.
Rebeldía adolescente es un mote que se pone para -con la sutileza propia de un adoquín- desestimar todo tipo de actitud proactiva de un adolescente para defender su derecho a existir según sus propias reglas y deseos, de forma espontánea y sin ambages, o sea, más allá de la doble moral en la que tan bien nos movemos los adultos.
Adulto mayor es una forma de mostrar que una persona está entrando a la dimensión de lo obsoleto para el mercado.
Tercera edad, es tanto como suponer que una vida se puede dividir en eras, más o menos equivalentes y por ende, objetivables y en consecuencia, ajenas a todo tipo de acción, voluntad o trabajo subjetivo de cada quién.
Ancianidad, lejos está hoy en día del concepto original. Anciano significa algo así cómo aquel que está adelante de nosotros por habernos pre-existido. Hoy en día, es simplemente una manera de decir obsoleto, ajeno a la vida cotidiana.
Es por eso que, hay gente que se maravilla del que el "abuelito" se tiró un lance con una "viejita" o viceversa, o sea, mirándolos con una ajenidad total, tal como si no fueran ya semejantes y no se comportaran o peor, no tuvieran derecho a comportarse como cualquier otro.
La posición del anciano debería ser la posición de Totem. Quietecito y derechito, en medio de una horda, para que la horda al verlos ahí, se sintieran todos iguales frente a la radical diferencia que imponen.
Espero sinceramente que en estas épocas revueltas de cambios y retrocesos, se trate este tema, y sobre todo, que se trate a nivel académico:
Nadie aboga de manera más vil en función de estas clasificaciones, antinaturales, discriminativas, peyorativas y completamente alejadas de la realidad, que la ciencia médica y la ciencia biológica.
Así que a ellos, y por cierto, a todos nosotros, va este mensaje:
La edad no pasa por el documento.
Nada de malo tiene el hecho de crecer y no se deja de crecer durante toda la vida, al menos, claro está, que uno haya comprado y tragado el sapo, -que se exhibe en los anaqueles de los supermercados médicos y biológicos- de que una persona puede llegar a ser obsoleta.
Algunos dirán, bueh, pero no se trata de eso. La ciencia médica precisa clasificar en edades para observar, diagnosticar, etc...
Puede ser, no lo discuto, pero también se usa para estigmatizar, para desestimar y para encubrir mediante eufemismos estas estigmatizaciones y desestimaciones imbéciles y obvio, funcional al mercado.
El día en que las ciencias se animen a abandonar el harem del mercado, la humanidad podrá tener en ellas a un verdadero aliado. Hasta entonces, no nos queda más que sufrirlas lo menos posible, desenmascarándolas en cada mínima expresión y en cada oportunidad que nos resulte posible.

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